jueves, 1 de octubre de 2009

Mensaje en una botella

O seguinte relato breve foi presentado a un concurso literario no día de hoxe. Trátase du certame que organiza a web: www.turismodevino.com

Mensaje en una botella

La policía encontró el cuerpo tumbado en la bodega. No había marcas de violencia a primera vista. A escasos centímetros estaba un hueco donde, horas antes, descansaba una botella legendaria. El inspector de pelo cano se quito las gafas, sacó una pequeña grabadora y habló a los presentes:
-Caballeros, -dijo aspirando circunspecto- aquí huele a vino.
La más pequeña de las tres hermanas, que no tendría más de 5 años, estuvo plenamente de acuerdo con tan sabia apreciación. Los demás agentes no hicieron el más mínimo comentario y procuraron no mirarse entre ellos siquiera. El silencio de la bodega era turbador y una sensación de frío sobrecogió a la hermana mayor que, muy seria y desafiante, instó a los presentes a explicar todo aquel despliegue.
La niña pequeña siguió curioseando aquí y allá e incluso se atrevió a girar una de las botellas. El roce del cristal con el barro cocido alertó al inspector:
-Escucha pequeña, -trató de aleccionar- no debes hacer eso, estos vinos son muy delicados y puedes estropearlos si los mueves.
-Pero mi papá lo hace muchas veces –respondió en plan sabiondo-
La hermana mayor parecía incómoda:
-Porque papá sabe cuándo hay que hacerlo. No molestes a estos señores… ¡y no toques nada!
Cuando sonó el teléfono de uno de los agentes, con una música chillona y hortera, el inspector empezó a perder la paciencia. Ni siquiera tuvo que decir nada. El agente hizo un gesto de gran lamentación y apagó nervioso el móvil.
Tras una tensa y larga pausa el inspector hizo otra aclaración tras poner en marcha la grabadora:
-Señoritas, -dijo mirando al cuerpo tumbado en la bodega- ese hombre… no es su padre.
-Claro que no, -dijo la niña- papá está en el salón muy enfadado porque alguien se bebió un vino o algo así.
El inspector enarcó una ceja:
-Ajajá! –exclamó mientras señalaba enérgicamente el único hueco del botellero.
De la pequeña surgió una risita nerviosa y parecía estar disfrutando de lo lindo con todo aquello.
-Mire señor inspector, -dijo la hermana mayor- quiero que sepa…
-¡Shhhhh! Silencio señoritas, deberían saber que es inútil distraer a un funcionario de la policía. Antes o después averiguaré toda la verdad.
-No inspector, no lo hará si no escucha lo que tengo que decir –contestó enfadada.
El inspector se volvió hacia ella:
-Diga lo que tenga que decir, señorita, y hágalo de una forma clara y escueta.
La hermana mayor se acomodó el chal por encima de los hombros con un escalofrío:
-El chico que está ahí tumbado es el novio de Adela.
-Ajajá! –Dijo señalando a la mediana de las hermanas.
El inspector se dispuso a grabar de nuevo pero la hermana mayor continuó:
-Martín no está muerto inspector…
-¡Por supuesto que no! –contestó el inspector con desdén- pero está borracho como una rata.
-¿Como una rata borracha? – preguntó la niña con los ojos como platos.
El inspector extendió sus dedos índice y corazón entre las telarañas del hueco vacío y extrajo un papel mugriento que desenrolló con sumo cuidado.
De pronto, un grito de Adela heló la sangre de los allí presentes:
-¡Nooooooo!